“No midas el éxito por lo que estás cosechando, pues eso es fruto de lo que sembraste ayer, mide tu éxito por las semillas que estás plantando hoy.”
Quizás la palabra éxito te suena demasiado grande o crees que eso del reconocimiento no es para ti. Es normal, porque en nuestra cultura tendemos a fijarnos más en los fallos que en los aciertos y a castigar los errores más a que premiar los logros. Vivimos en una sociedad que no tolera el fracaso y que envidia el éxito, lo que desde mi entender responde a un concepto mal entendido de la humildad. Debido a nuestra educación judeo-cristiana, la mayoría piensa que ser humilde significa no poner atención en nuestras virtudes y por el contrario requiere enfocarnos en nuestros defectos. Así, en la búsqueda de la humildad huimos de la vanidad y caemos en el otro extremo, que es la falta de autoestima. Sin embargo, la auténtica humildad es reconocer tu verdadera valía, sin ensalzar tus cualidades pero sin ocultar tus virtudes.
Una de los daños colaterales de la difícil situación económica que estamos viviendo es precisamente la pérdida de auto confianza de muchas personas que, al perder su empleo o negocio y ante la incapacidad de recuperarse económicamente, empiezan a dudar de su propia valía. Me gustaría animarte a ver otra perspectiva, a sentir que eres un ser humano con un valor incalculable, independientemente de tu riqueza material y de tus resultados monetarios. Y aunque no estés alcanzando los objetivos que te has planteado, sin lugar a dudas estarás logrando alguna victoria. A veces primero necesitamos librar una batalla interna y conquistarnos a nosotros mismos antes de encontrarnos con la ansiada recompensa.
Seguramente encontrarás satisfacción si pones atención a todo lo que has logrado, en lugar de pensar en aquello que no has conseguido. Esto te dará más energía y ganas de superación para seguir avanzando. En contra de lo que estamos acostumbrados a pensar, es mucho más poderoso reconocer lo que hemos hecho bien y reconocerlo también en los demás y ante los demás, que destacar los defectos propios y ajenos con la supuesta intención de solventarlos. Muchas veces, simplemente siendo conscientes de nuestras fortalezas, minimizamos nuestras debilidades y por tanto ganamos poder y obtenemos más.
Por eso, te invito ahora que está acabando el año, a que hagas balance y reflexiones sobre los logros que durante este 2013 has tenido, por nimios que te parezcan, y para ello respondas a las siguientes preguntas:
Este es un ejercicio muy poderoso para hacerlo en equipo, en familia o en pareja, y aprovechar el momento para celebrar los éxitos conjuntamente. Siempre hay algo que celebrar, y a veces el mejor regalo que podemos hacer es precisamente el reconocimiento al esfuerzo. Anímate a hacerlo y cuéntanos tu experiencia dejando un comentario. Y si te ha servido este artículo, dale a me gusta y compártelo.
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Palabras sabias